A mediados de la década de los 80 del siglo XIX, Velázquez Bosco recibió el encargo de proyectar un edificio para albergar un nuevo colegio para los alumnos sordomudos y ciegos, con mayor capacidad, mejores condiciones y adaptado a las nuevas corrientes pedagógicas. En una primera instancia, se pensó erigirlo en un solar de La Moncloa, para el que se pensó un edificio exento en forma de “T” invertida y rodeado de zonas ajardinadas, modelo que el arquitecto había tomado de otras escuelas en ciudades como Viena o Berlín. En 1887, se decidió descartar el emplazamiento en La Moncloa y en 1893 se pidió a Velázquez Bosco que adaptase su proyecto para un espacio en el Paseo de la Castellana, donde se encontraba una estructura precedente, levantada por el arquitecto Carlos Velasco con la intención de que fuese el Instituto Libre de Enseñanza de Madrid. Las obras llevaban paradas una década en su fase de cimentación debido a problemas financieros.

El nuevo proyecto carecería de los amplios espacios ajardinados demandados por Velázquez, debido al menor tamaño de la parcela de la Castellana. El nuevo edificio mantuvo la estructura de “T” invertida, escogida para el proyecto original, pero remató el eje transversal con un pabellón girado en su extremo, que se adaptaba a la calle de Zurbano.

En la fachada principal, dispuso un pórtico de acceso a modo de doble fachada clásica con un primer cuerpo de pilastras, y en la segunda altura columnas estriadas de orden compuesto y arcos rematados en una cornisa con un frontón que da cobijo a un escudo en altorrelieve realizado por Ángel García Díaz, asiduo colaborador del arquitecto.

El edificio, realizado prácticamente en su totalidad con ladrillo rojo, muestra desde el exterior gran vistosidad, al disponer las cornisas, molduras y, sobre todo, el pórtico principal con piedra blanca.

La organización interior del espacio presenta una disposición simétrica respecto al eje central con objeto de mantener la funcionalidad del edificio que destinaba una planta para cada sexo, siguiendo la división habitual presente en los centros de enseñanza de la época.

El cerramiento del inmueble se resolvió de un modo semejante al empleado en el Palacio de Fomento, a partir de una reja de hierro dispuesta de columnas de piedra sobre pedestal.

El Colegio Nacional de Sordomudos y Ciegos cesó su actividad en este edificio en el año 1932, ubicándose en otro emplazamiento ya en 1935. El edificio de Velázquez Bosco albergó durante unos años el Museo Pedagógico Nacional, el Patronato de Misiones Pedagógicas, la Inspección Provincial de Primera Enseñanza y la Escuela Normal de Magisterio de Madrid a lo largo del último periodo de la Segunda República.

En abril de 1939 el edificio fue ocupado por el Servicio de Guerra Química del Cuartel General del Ejército Nacional y, un años más tarde, con la creación de la Escuela Superior del Ejército, el inmueble pasó a acoger la alta enseñanza militar.

El ingeniero militar Manuel Ontañón y Carasa fue el responsable de la habilitación interior del edificio a su nueva funcionalidad, labor que desarrolló con celeridad, en apenas dos años. A esta reforma interior responde la creación del paraninfo, el archivo-biblioteca, y la sala de conferencias. Además, se añadió un pabellón, anexo al complejo de Velázquez Bosco destinado a la residencia del director. Este nuevo espacio mantuvo la estética del arquitecto burgalés, ya que el proyecto del ingeniero militar respetó tanto el exterior del inmueble como la estructura del edificio original.

Una futura ampliación entre 1949 y 1950, a cargo del ingeniero Fernando Medrano de Miguel, supuso la creación de otro anexo dirigido a alojar a las tropas, así como una nueva capilla con bóveda de casetones realizada en ladrillo.

En la actualidad este edificio es la sede del Centro Superior de Estudios de la Defensa Nacional, el principal centro docente militar conjunto de las Fuerzas Armadas Españolas, donde se imparten cursos de altos estudios de Defensa Nacional junto con el desarrollo de tareas de investigación, fomento y difusión de la Cultura de Defensa.

La impronta de Velázquez Bosco continúa viva, protagonizando con su proyecto el Paseo de la Castellana, donde la sede del CESEDEN se muestra como uno de los edificios más bellos de la famosa avenida madrileña.

Paseo de la Castellana, 61, 28046 Madrid